miércoles, 26 de diciembre de 2012

ANGELITA LA RÁPIDA


              
Yo nací en Yeserías.

No, mi madre no era ni María la Puñales, ni Angelita la Rápida, las asesinas más afamadas en la década de los sesenta.

 Mi madre, la pobre, cumplía la condena de haberse casado con un funcionario de prisiones -ahora llamados de Instituciones Penitenciarias- y entonces, en Yeserías también había un hospital, donde parían las mujeres de los funcionarios.

Angelita la Rápida, la envenenadora de Urda, fue una de las criminales más conocidas en los principios de los años sesenta. El juicio fue muy comentado en periódicos de la época. Estuvo presa en la Central para madres lactantes en Ventas y luego pasó a Yeserías.

Angelita vio cómo daban a su padre el paseíllo durante la guerra civil, por pertenecer a la CNT.  Era maestro del pueblo y no llegó a ver cómo perdía la guerra.
La madre de Angelita, una mujerona de armas tomar; que siempre reprochó a su marido no estar donde tenía que estar en el momento adecuado; en cuanto se quitó el luto empezó a dejarse ver por el pueblo. Así que Paco, el de los muleros, intentó llevársela a la era, pero Críspula, que tenía ya muchas tablas, aguantó, hasta que a Paco no le quedó más remedio que pasarla por el altar antes que por la piedra.

MARÍA LA PUÑALES


                                                                 
Era un martes 5 de agosto de 1969 - el mismo día en que 40.000 personas se congregaban en Woodstock buscando paz y música- cuando el juez dictó sentencia contra María Rivas de Dios, más conocida como María la Puñales, la gitana más sanguinaria, cruel y vengativa que nunca nadie recordara.

María fue la hija número doce de Antonia y de Manuel. Gitanos chabolistas del barrio de la Ventilla. Eran, como lo fueron antes sus padres y sus abuelos, ropavejeros y con el tiempo se acabarían dedicando a la chatarra. Oficio decente y digno, como ellos, que eran pobres pero con unos principios que nunca nadie, ni siquiera su última y díscola hija, consiguieron hacer tambalear.
María fue la última de sus hijos, todos ellos feos, renegríos y canijos, como sus padres.
Ella, sin embargo nació mucho más blanca que sus hermanos, y cuando abrió los ojos, descubrieron que los tenía asombrosamente claros. Eso a Manuel no le gustó nada, ponía la mano en el fuego por su mujer, más que nada porque no habría hombre en la faz de la tierra que quisiera acostarse con ella, payo o gitano. Pero que la niña saliese tan guapa y tan fina daba qué pensar.

OLGA GUSTAFSSON

                                               
Fernando García de la Fuente magistrado en el caso María Rivas de Dios, era un hombre recto y honesto –aunque un poco simple-  al que las vicisitudes de su vida marital le tenían descentrado y un poco hasta los cojones de todo.

Cuando tomó declaración a la gitana, remitida por el juez de instrucción, le impresionó mucho aquella mujer de ojos verdes y mirada retadora y se sintió fuertemente atraído por ella.
Paco, el psiquiatra forense, y amigo del alma, le comentó lo guapa que era, muy Ava Gardner, dijo, una pena que estuviese tan flaca.

Fernando nació, unos años antes de la contienda, en Ceuta, donde su padre estaba destinado como militar de alta graduación. Había servido en Marruecos, junto a José Sanjurjo Sacanell y a Francisco Franco, lo que  hizo que su familia estuviese muy bien relacionada, ya que él murió durante la guerra y pasó a ser uno de los héroes caídos por España.
Aunque era golpista convencido, de los tres generales, amigos suyos, con el que peor se llevaba era con Franco, nunca tuvieron ninguna mala palabra pero no había química. En cambio con Pepe Sanjurjo era distinto. Tenía otro carácter, era muy simpático y hacían muy buenas migas. Que Sanjurjo, primero, y Mola, durante la guerra, después, muriesen en accidentes de avioneta siempre le dio qué pensar, y nunca se fió del “enano”, como le llamaba en casa, sólo delante de su mujer, y en susurros.