sábado, 4 de enero de 2014

Tía, si ejque de puro buena ereh tonta...


Hacer cola, esperar turno, es algo que habitualmente fastidia mucho a todo el mundo. Pero hace años descubrí que es algo fascinante si escuchas atentamente conversaciones privadas.

Mi madre, antes, era habitual de saraos navideños. Que si vamos a llevar a los niños a Cortilandia, que es muy bonito. Que si vamos a esperar siete horas para envolver los regalos en El Corte Inglés, que como ahí no los envuelven en ningún otro sitio y además te regalan las pilas... Que si el roscón de Pyma es el mejor del mundo que hay que hacer cola para encargarlo dos días antes y otra para recogerlo... Que si la cabalgata de El Escorial...
Y ahí le cogí yo gustillo a lo de esperar escuchando conversaciones ajenas. Es más, muchas veces, hacía callar a mi madre y a mis hijos (escandalizados) porque no me enteraba de lo que estaban diciendo las tiparracas anteriores, posteriores o, incluso, a siete cuerpos de distancia, de nosotros.
Porque, la verdad, las tías hablan mucho, más alto y -dónde va a parar- más entretenido.

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