lunes, 28 de septiembre de 2020

VEGA




“Era una apacible tarde de septiembre, la vendimia había finalizado y el curso acababa de comenzar. Tas la resaca de las fiestas, el pueblo se quedaba algo triste, pero ese año aún más, porque una de las hijas de Pascual había desaparecido sin dejar rastro.”
Tras el hallazgo del cadáver de la niña desaparecida en las fiestas de su pueblo, Ana Gómez comienza el relato de su vida, que tendrá una extraña implicación en la resolución de los crímenes que –durante décadas– no dejan de inquietar a los habitantes de la comarca.
Hija de Angelita “La Rápida”, una de las asesinas más famosas de los sesenta, Ana Gómez ve la luz en la cárcel de Yeserías, donde su madre cumple condena por el envenenamiento de su marido, crimen que ella no cometió. 
Ana, cuenta en primera persona la historia de su familia, de cómo sus bisabuelos llegaron al Madrid de la Restauración Borbónica, huyendo de la pobreza, para malvivir en la ciudad. 
La historia del abuelo Ángel, el maestro republicano fusilado en la guerra civil y de cómo su madre y su abuela salen adelante, a duras penas, en los años terribles de la posguerra.
Vega de Tajo es un pueblo pequeño, que debe su nombre al río que lo abraza y que se convierte en un lugar de culto tras la película que logra un Oscar, en los ochenta, sobre la vida de la madre y la abuela de Ana.
Sin embargo, durante todo el relato, se van sucediendo varios crímenes. “El que las adolescentes siempre desapareciesen en fiestas parecía el guion de una novela negra barata, …” Que se resolverá, como casi siempre ocurre, por una simple y pura casualidad.
“Vega” es la tercera novela de una “saga” que comienza con “Yo Nací en Yeserías” y que cierra el círculo en esta historia sobre la amistad, la dignidad, la mala suerte y la felicidad.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

UN BEBÉ EN BRAZOS



Hay cosas que nunca se olvidan, como coger a un recién nacido. 
Cuando has sido madre, un bebé en brazos es revivir sentimientos que, por lejanos, estaban relegados a ese rincón de tu mente donde las canciones infantiles han permanecido, susurrando las letras para que las recordases veintitantos años después. Hay cosas que nunca se olvidan. 
Y cuando quieres, intentas, pruebas a poner blanco sobre negro eso, el momento preciso donde un bebé en brazos se convierte en tu propio hijo, en el olor a pan recién hecho, en el temblor casi imperceptible de un corazón pequeñito que late como un pajarillo, el tacto vivo y el peso mínimo, eso mismo, se te escapa de entre los dedos, como el agua de lluvia. Y el teclado permanece mudo. 
No hay palabras para describir el instante fugaz de una alegría renovada, conocida y largamente esperada. La felicidad son esos pequeños momentos de luz y de amor, porque hay cosas que nunca se olvidan. Afortunadamente.