jueves, 23 de abril de 2020

#14DEABRIL (30 AÑOS DESPUÉS)

Le habían enviado, junto a la solicitud de amistad de Facebook, un mensaje. “Éramos tan jóvenes que creíamos que íbamos a cambiar el mundo”. 
Husmeó en el perfil de Carlos Valerón Smith y sintió que la magdalena de Proust se le atragantaba como tantas otras veces. Se preguntó qué había ocurrido. La distancia, muy a su pesar, había sido el olvido. Y la desmemoria su infelicidad. 

Rememoró los días apacibles de primavera, cuando quedaban después de las clases y se tumbaban al sol, tan juntos que parecían una sola persona, con certeza de que nada ni nadie podría separarlos y la convicción de que estaban en posesión de la verdad absoluta.

Carlos ahora era un pintor famoso. Seguía teniendo ese porte bohemio, atractivo y majestuoso que la enamoró treinta años antes.

Le había enviado el mensaje un 14 de abril. Seguramente no era casualidad. 

Lo eliminó y bloqueó su perfil.

miércoles, 22 de abril de 2020

LA SOMBRA

Salió del portal y se recompuso. 
Las dos horas de consulta semanal con su psiquiatra, obligada por la familia de su difunto, le perturbaban.
Pero no se había salido del guión. Actuó a la perfección. No había relatado su infancia entre las colas del Monte de Piedad y las de cartillas de racionamiento, ni siquiera la pesada carga de la sentencia a muerte de su padre. No mencionó que los misterios dolorosos del matrimonio para ella fueron gozosos y gloriosos. Ocultó que se había enriquecido a costa del negocio de sus suegros y que había ingresado el dinero en una cuenta a nombre de las niñas para que ellas si lograsen ser lo que ella nunca pudo.
Había engañado a todos, menos a su sombra, que reflejaba quién era en realidad. 


domingo, 19 de abril de 2020

UNA DE POLICÍAS



El comisario Ian McPerson apuró el brebaje espeso del vaso de papel, llevaba cuatro cafés y no eran ni las once de la mañana. Su ayudante, el pelirrojo John Keepers le acababa de confirmar, cariacontecido, el resultado de la autopsia de la chica asesinada en el Club de la Calle 54. Estaba embarazada.

–Me temo que estamos ante un nuevo caso de cornamenta conyugal. Este oficio se está reduciendo a trabajo de huelebraguetas.
–Señor, ¿usted cree que la asesina es la esposa?
–Podría ser…

A media tarde visitaron a Belinda Waters, O’Brien de soltera, que los recibió en el elegante saloncito azul, donde se disponía a tomar el té.
En el giradiscos sollozaba una melodía irlandesa y la evocación de bosques húmedos, líquenes y musgos, entornó los ojos del comisario que recordó su infancia, tan lejana y oscura como una novela de Dickens. 
La señora Waters era la esposa de Mike Waters, un empresario de la noche neoyorkina, cincuentón y mujeriego, que –se comentaba– tenía estrechos lazos con la mafia local.
Mientras los tres removían el líquido de sus finas tazas de porcelana, el comisario pensó en voz alta que qué costumbre tan extraña, la de dar vueltas al agua caliente con una cucharita, a las cinco de la tarde. 
Belinda preguntó amablemente que a qué se debía la visita y el comisario le respondió, con una cortesía inusual en un hombre tan adusto, que si no se lo imaginaba.

“Tienen todos los papeles de una novela negra” –sonrió– “la mujer fatal, el hombre de negocios corrupto, el comisario solitario. Pero les falta el asesino, porque –no se equivoquen– yo no tengo nada que ver con el crimen.”

martes, 14 de abril de 2020

14 DE ABRIL




Aquel día también llovía. Corríamos por calles empedradas, a lo lejos sonaban campanas de la catedral y buscábamos algún sitio para guarecernos. 

Éramos tan jóvenes que creíamos que íbamos a cambiar el mundo. Tú me preguntaste,”¿Sabes qué día que es hoy?” Y yo sonreí porque, aunque entonces todo estaba prohibido, en mi facultad habíamos cantado un himno ilegal por la mañana.

Saqué una bandera tricolor que colgamos en lo alto de la Torre de Bujaco y mientras la policía nos gritaba que nos detuviésemos, nos besamos. Echaste a correr hacía la Plaza de San Jorge y yo a la Escuela de Aparejadores.

Como hoy, era 14 de Abril.

viernes, 10 de abril de 2020

BESOS, SOL Y HORMIGAS



Tumbados en una manta después de comer. El sol en lo más alto, redondo, amarillo, en esa estación en la que aún no buscamos la sombra. Los pajaritos cantan, a veces las nubes nos recuerdan que aún no estamos en verano y cuando abres los ojos, tienes la sensación de que han estado cubiertos de arena. Sonido de agua, lo suficientemente lejos para no preocuparnos por los niños. 

Me dices que no entiendes cómo no quiero mudarme a vivir al campo. Te contesto que ni muerta. Reímos y me quejo de las hormigas que comienzan a invadir el improvisado comedor y huyen cargadas con trocitos de patatas y migas de pan. 

Un niño se ha caído y llora. Levántate tú que me da pereza. Sana, sanita, culito de rana. Besito de mamá que lo cura todo. 

Poned la tapa a la Nocilla que se está llenando esto de avispas. Niños, venid a que os ponga protección solar. Qué exagerada eres con las cremas, déjales que tomen el sol, que es bueno para sintetizar la vitamina D. Pero es que se queman, que han salido a mi…
Risas de nuevo. Qué bien se está aquí, qué pereza volver a Madrid. La caravana…

¿Lo ves? Si nos mudásemos a la sierra no tendríamos ese problema. Estamos tirando el dinero pagando el alquiler…
Ni loca me voy yo a la sierra.
Bueno… ya veremos…
Si, ya veremos. El próximo fin de semana vamos a ver una casa. 
Yo no.
Tú si.
Risas.
Besos, sol y más hormigas.