viernes, 13 de marzo de 2020

LA PANDEMIA



Cerraron las fronteras, los colegios, los centros de día para los mayores, cualquier acto público con más de mil personas –al principio– pero el ratio fue disminuyendo hasta dejarlo en veinticinco. 

La gente acaparaba comida y papel higiénico y ya no compraba en los chinos, porque eran ellos los “culpables”. Pero luego lo fueron los italianos y semanas después, nosotros. No nos dejaban viajar a ningún país porque les contagiábamos.

Llegó el día que se suspendieron las Fallas y la Semana Santa y nos aconsejaron no salir de casa. Pero la recomendación se convirtió en restricción con una orden legislativa de carácter urgente, por la que se permitía, a las fuerzas del orden y seguridad del estado, abrir fuego contra la población desobediente.

Murieron los abuelos, los enfermos con patologías previas y más tarde las personas con mala salud, las mujeres maltratadas a manos de sus maridos hartos de no ver otra cara en todo el día y los hijos respondones porque sus padres –histéricos– no podían compaginar el teletrabajo y el cuidado de sus niños.

Nueve meses después se decretó el fin de la pandemia y una nueva población, sana, salió a la calle y respiró – con ojos demenciados– el aire purificado tras meses de inactividad.

2 comentarios:

  1. Precioso y muy muy real ,al detalle.
    Me encanta como escribes.
    Un besazo virtual.Heidi.

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  2. Muchísimas gracias. Besos y abrazos virtuales.

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