Salió del portal y se recompuso.
Las dos horas de consulta semanal con su psiquiatra, obligada por la familia de su difunto, le perturbaban.
Pero no se había salido del guión. Actuó a la perfección. No había relatado su infancia entre las colas del Monte de Piedad y las de cartillas de racionamiento, ni siquiera la pesada carga de la sentencia a muerte de su padre. No mencionó que los misterios dolorosos del matrimonio para ella fueron gozosos y gloriosos. Ocultó que se había enriquecido a costa del negocio de sus suegros y que había ingresado el dinero en una cuenta a nombre de las niñas para que ellas si lograsen ser lo que ella nunca pudo.
Había engañado a todos, menos a su sombra, que reflejaba quién era en realidad.
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