lunes, 23 de enero de 2023

OLVIDADOS



Hicieron lo que pudieron, se entregaron en cuerpo y alma, se dejaron la piel, pero fue imposible rescatar a todos. Cuando llegaron a puerto parecían muertos vivientes.

Las miradas perdidas, los ojos fijos en algún lugar lejano, quizás en la última imagen que sus retinas habían conservado como un tesoro. Quizás las lágrimas de sus madres al despedirse. Quizás las sonrisas luminosas, blancas y sinceras, de los niños diciendo adiós con las manitas mientras ellos se alejaban, o las de sus esposas, resignadas al triste destino de parir mano de obra barata, año tras año.

Tal vez las hojas enormes, selváticas, verdes y brillantes, que se cerraban a su paso y, como el telón de un teatro, ponían fin a un episodio de sus vidas. O el mar azul, azul turquesa, diáfano, el océano cálido que les recibía con los brazos abiertos, como un monstruo disfrazado, para engullirles.

Porque eran náufragos, algunos con la suerte de haber podido cumplir la quimera de atravesar el mar perverso y llegar a tierra, al paraíso, al mundo mejor, al primer mundo.
Otros, los más, no habían podido cumplir el sueño y dormían en el fondo marino. 

Olvidados.

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