Avanzó despacio por la arena ardiente. Los zapatos de filetes de pollo se iban deshilachando según avanzaba y los pies se abrasaban lentamente, cambiando de forma y color. No quería mirarlos porque tenía miedo de los dedos, sabía que se estaban convirtiendo en serpientes y eso, le daba pavor.
Llegó el momento que no pudo seguir caminando y contempló desolado cómo diez culebras huían zigzagueando hasta unas rocas peladas. Se puso a llorar y las lágrimas rodaron hasta el suelo empapando la arena, encharcando el terreno, fecundando la tierra y brotes malvas surgieron como culebrillas bulliciosas. En minutos el erial se transformó en un bosque violáceo y sus pies se convirtieron en cascos. Sintió cómo se transformaba.
Relinchó con energía y comenzó a trotar hacia el horizonte luminoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario