jueves, 12 de agosto de 2021

GIRASOLES

 


A veces los problemas no unen los matrimonios. A veces los tiempos inciertos, los dilemas y la rectitud hacen zozobrar el amor hasta anegarlo.

Llegó al que había sido su hogar arrastrando los pies, porque le pesaba tanto el alma que no podía soportar la visión de su morada usurpada por los vencedores.
No solo había perdido la guerra, su casa y sus tierras, su mujer no quiso ni verle, no se atrevió a mirarle a los ojos y se escondió cuando le dijeron que llegaba.

“Tierra de olvido y de llantos de soldado”, musitaba entre dientes, mientras deambulaba entre los campos de girasoles que pertenecieron a su familia. Ahora estaban devastados, el sol no hacía girar las flores redondas, la tierra se había teñido con la sangre de los inocentes y la ciudad aún permanecía destruida después de todos los años que él había pasado lejos en un campo de concentración, tras habérsele conmutado –no estaba muy seguro del porqué– una pena de muerte.

Ella miraba desolada tras las persianas de la cocina donde ahora trabajaba. Tragaba lágrimas amargas mientras contemplaba lo que quedaba del cuerpo que tanto había amado y no se atrevió a salirle al paso, a abrazarle, a estrecharse en el abrazo amoroso que ambos anhelaban.

Le quiso tanto que no dudó en venderse a cambio de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario