lunes, 9 de enero de 2023

NOCHE BUENA



La Nochebuena era mágica. Toda la familia se reunía alrededor de la mesa del comedor, que, con las dos alas abiertas, se convertía en el cobijo hogareño, repleto de comida y bebida. Mi madre decía que no trajesen nada, pero todos llegaban con las manos llenas y, entre risas, se quejaba de que íbamos a estar comiendo sobras hasta Pascua. No se corrían las cortinas y los ojos indiscretos iluminaban la calle nevada.

Llegábamos pronto, para ayudar, decíamos, pero en realidad estorbábamos en la cocina, abriendo botellines y diciéndole a mi hermano mayor que el jamón se cortaba así, o "asao", y nunca acababa de llenar la fuente, mientras maldecía en arameo y le metíamos en la boca los trozos más grandes para que se callara.

Debajo del árbol los regalos esperaba a ser abiertos después de la cena, porque lo decía mamá, siempre se hizo así en su casa y cualquiera le llevaba la contraria…

Los abuelitos ya estaban piripis a media tarde. Se miraban como si fuesen adolescentes para escándalo de los hijos y pitorreo de nietos. Él se zambullía en los luceros luminosos, verdes como el trigo verde, de su mujer y recordaba la radiante mancha azul de su Cadaqués natal. Se arrimaba a ella, despacito y le canturreaba al oido: 

“Qué le voy a hacer si yo, nací en el Mediterráneo…”

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